“La
vecina del fondo”
Hacia horas que habitaba
mi nuevo departamento, un PH en la calle Aguirre. Llovía
torrencialmente, cosa que me alegro, ya que podría comprobar si los
arreglos realizados en el techo eran efectivos.
Transcurrían los
minutos y veía por la ventana como poco a poco se inundaba la calle.
Distraído por el espectáculo, escucho que golpean la puerta,
pregunto- ¿quien es?- su vecina – contestó- la del fondo. Abrí
la puerta con un poco de temor y sin mediar palabra ingreso
rápidamente una mujer de una belleza exótica, con rasgos asiáticos.
–Buenas tardes, necesito ayuda,-me increpó- a lo que contesté -
¿en que puedo ayudarla?
Después de
explicarme con lujo de detalles que se encontraba sin luz, mi cerebro
solamente registraba lo voluptuoso que era su cuerpo, enfundado en un
vestido color caqui. Tomo mi mano y me llevo raudamente por el
pasillo, casi inundado por la lluvia, hacia su departamento. Al
ingresar se me heló la piel, podía ver el
vapor que despedía mi respiración. Pregunte con aire de experto-
¿la caja de luz?- a lo cual contestó- en la cocina-.
Después de levantar
la llave térmica, volvió la luz. Me agradeció con un dulce beso en
la mejilla y abriendo la puerta se despidió con una reverencia.
Emocionado con el espectáculo, giro para tomar rumbo hacia mi
departamento, tropezando con una maceta, Atenta a la situación se
acerca este hermoso personaje a socorrerme, preguntándome- ¿te
duele? – a lo que conteste con una mirada
picara, ya que su vestido se estaba pegando a su cuerpo por efecto de
la lluvia - bastante-. Me acompaño rodeándome con sus delgados
brazos la cintura, ingresamos a mi departamento y me desplomé sobre
una silla. Con sus pequeñas manos acaricio mi rostro y me indicó -
descansa – y cerré mis ojos.
Al abrirlos me encontraba
solo, asustado y dolorido. Busco en mis dos ambientes a este
enigmático personaje y no lo encontré. Abrí la puerta del
departamento y ya era de noche, giro a la derecha para dirigirme al
departamento del fondo y con sorpresa observo que no existe, en el
fondo solo hay una pared, adornada con una enredadera.
Ingresé nuevamente a mi
departamento, mareado por la situación me senté en una silla y
desde allí pude observar con asombro las huellas que dejo el extraño
visitante sobre el parquet…
Carlos Ortiz de Rozas
Noviembre
del 2011